La visión desde el nana y papas
Soy una madre de trabajo con un preschooler,
preocupándose de Mamá y del papá, que están acercando a los
sus años ochenta. Vea, yo son parte del número creciente de
los americanos que están cuidando para los padres del envejecimiento
(o están sacando sus manos en anticipación de él) y están criando
a niño simultáneamente.
Cuando visitamos el pasado mes de noviembre, encontramos
que el papá había convertido mi viejo dormitorio en el espacio de
almacenaje para su equipo de la pesca. Canté la canción del
vaquero en el bedtime como de costumbre, y cuando conseguí a la pieza
donde describe encariñado los inviernos de Nueva Inglaterra y la
maravilla de la empanada de arándano, me detuve brevemente para
prestar la atención a la gotita del sudor que hacía su manera abajo
de mi parte posteriora. La casa no es aire condicionado, a pesar
de el clima tropical. Mientras que durmió mi niño, abrí
reservado mi computadora portátil.
Como comandante de la antropología, tiendo para pensar
que el desarrollo del niño tiene más a hacer con se aprende qué que
cuál es natural o instintivo (si recuerdo correctamente, los seres
humanos no tienen muchos instintos en todos -- de lo que exhibimos
sobre una base diaria es más comportamiento aprendido). De ese
punto de vista, la exposición a los abuelos puede ser fabulosa
para el desarrollo de los niños, y se parece tanto más sana y
conectada social que teniendo solamente sus fotografías, los
recuerdos de un padre y una llamada telefónica ocasional a través de
los cuales intentar saberlos.
(o más exactamente, papá) construimos esta casa durante
doce semanas en 1971. Mi hermana y yo éramos adentro primer y
tercer grado, respectivamente, en la escuela de las muchachas del St.
Christopher. Éramos un golpe en el patio allí, principalmente
para nuestra habilidad en saltar a holandeses dobles.
Hay pasto abierto al este, y alguien el jardín vegetal al
oeste. Como pequeño cabrito, cuidé cuidado solamente sobre el
funcionamiento con nuestras ovejas, y montándolas como los caballos
deseaba que eran, cuando el papá no miraba. Y fui sorprendido
tan verdad cuando el carnicero, amigo de la familia, visitado nos en
su capacidad profesional. Ése era hace treinta y uno años.
El océano increíblemente azul sigue siendo visible del
cuarto vivo, pero el ojo no puede ningún resto más largo sin la
interrupción de los clotheslines, tejados galvanizados, platos
basados en los satélites, y últimamente, la construcción de condos.
Cuál era una vez reservado ahora es puntuado por los sonidos
sucios de la gente que va sobre sus vidas. Las muchachas del St.
Christopher todavía están paradas, pero cuando lo vimos el año
pasado, parecía vacío. Era triste que el lugar en donde pasé
la parte de mi niñez no me parecía no más que una memoria.
No obstante, emboldened por el tarro de Herbes de Provence
traje adelante, prometí hacer todo el cocinar. El hombre del
gas debía traer más propano, y el carro del helado anunció sus
visitas bisemanales jugando, mucho demasiado en alta voz, de
hojalata-sonar "casero en la gama."
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derechos reservados.
Tricia Wellington es la madre de un niño.
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Artículo Fuente: Messaggiamo.Com
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